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Peine fino

En el espejo apenas queda vapor.

 

El olor de la crema de enjuague ya está perdido en el olor a vinagre. Cada cabello individual calza justo entre diente y diente. No así cada piojo, que mide el doble de un pelo. Se escucha el rose del peine fino sobre el cuero cabelludo, luego el golpeteo del peine en el bowl con vinagre, de fondo el extractor y un poco más lejos el lavarropas. Candela está mirándose en el espejo, dejando que su cabeza se tuerza según indique su mamá, Andrea.

 

Los piojos tampoco hablan entre sí.

 

Cuando Andrea apaga el extractor el silencio es absoluto. Le pone una toalla en la cabeza a su hija y sale del baño. Abre la puerta del lavarropas y las sábanas están empapadas. Mira el charco de agua, marrón.    Se acuerda perfecto el día que les trajeron el lavarropas y la heladera. Se acuerda que mientras Sebastián lo instalaba ella preparaba el almuerzo. Se acuerda del cansancio de la mudanza y de la paz con la que comieron sentados en dos cajas, mirando al lavarropas girar como si miraran el fuego de una estufa.

 

Candela interrumpe el recuerdo. Se le aparece con la toalla colgando del pelo, exactamente cómo la dejó en el baño.

 

─Mamá, no quiero ir a lo de Paula.

 

Andrea se para y le seca el pelo. Después retira la toalla y le revisa la cabeza. No parece haber más piojos ni liendres. Huele el vinagre.

 

─Andá a vestirte.

 

***

 

En el auto Candela va atrás con los auriculares puestos, mirando por la ventana. Cada vez que ve una columna aplaude con los labios, como si fuera un pez.   Suena el celular de Andrea. Mira por el espejo a su hija. Atiende con el manos libres.

 

─Sebastián, ¿cómo andas?

─Hola Andrea, ¿bien y vos?

─Bien, decime.

─Se me complicó para ir a levantar a Cande, ¿vos podrás?

─Sí, no te preocupes.

─Dale, muchas gracias. ¿todo bien, entonces?

─Sí.

 

Cuando Candela se baja del auto Andrea le da un billete para Paula. Normalmente la vigila hasta que le abren la puerta pero hoy se queda estacionada un rato más, mirándose las uñas. Quizás sea mejor esperar hasta que Candela salga. Podría pintárselas,  limárselas.

 

***

En el shopping Andrea compra un juego de sábanas de una plaza. Después compra un paquete de pop y se sienta en un banco. Agarra de a un pop usando el pulgar y el índice.  Primero lo tiene un instante en la lengua y luego lo mastica muy suave. Después de un rato busca un local de electrodomésticos. Camina por el shopping. Pasa frente a las maquinitas  y reduce el paso. Come un poco más de pop, mira la hora y entra. No hay otras personas. Recorre los juegos. Se sienta en una maquinita de rally,  apoya las manos en el manubrio y mira la pantalla. Desde ahí observa alrededor y descubre un sector medio escondido. Reconoce desde lejos el juego. Saca la billetera de la cartera, pregunta el precio de las fichas, pide dos sin escuchar el monto.  

 

Es el mismo Pacman de siempre.  La primera ficha la juega sentada en un banco. Para la segunda se para y juega mejor.  Nunca se había dado cuenta que algunos de los sonidos del Pacman se parecen a las alarmas del auto. Pasa varias pantallas hasta que dos fantasmas la encierran en un vértice y se la comen.

 

Después sí, entra a un local de electrodomésticos. El sonido del juego le quedó en la mente.  Está mirando los lavarropas cuándo aparece un vendedor.

 

─Hola

─Hola

─¿Cómo estás?

─Mal, se me rompió el lavarropas.


 

El hombre le muestra las opciones, le explica las diferencias, le hace chistes. Ella presta atención,  se rasca la cabeza, se ríe. Al final él le anota en una hoja el número del service y los precios de los aparatos que le interesaron. Ella le agradece, le dice chau, y le da un beso. Cuando se da vuelta y camina hacia afuera se da cuenta: saludó con un beso a un vendedor. Siente cómo le sube la temperatura en la cara, piensa en darse vuelta y pedirle disculpas, pero prefiere acelerar el paso y escapar cuánto antes.  Recién en el auto el asunto le causa gracia.  Hace sonar la alarma a propósito y compara. Efectivamente, se parece al PAC – MAN.

 

***
 

Estaciona frente a lo de Paula y se baja. Apenas sale, Candela se sube al auto, se pone el cinturón y los auriculares. Paula le dice a Andrea que quiere reunirse con ella y con Sebastián, la semana que viene. Volviendo a casa Andrea mira una y otra vez a Candela por el espejo retrovisor. La llama y Candela no escucha. Le grita hasta que se saca los auriculares.

 

─¿qué?

─¿querés que pidamos pizza?

─me da lo mismo.

 

***

A la noche Andrea intenta dormir. Está acostada de un lado de la cama. Nunca se acostumbró a las dos plazas para ella.    Piensa en el lavarropas.  Piensa que en estos días se va a romper la heladera, porque las cosas se rompen al mismo tiempo. Escucha los pasos de Candela y la siente meterse en su cama. Al menos una vez a la semana Candela se va de su cuarto y se mete en la cama con Andrea. Se acuerda de los piojos y empieza a pensar que se va a contagiar. Se imagina a un piojo en particular caminando por un pelo de Candela y después recorriendo las sábanas hasta dar con un pelo suyo. Lo visualiza recorriéndole el cuero cabelludo y poniendo huevitos por aquí y por allá, haciendo caminos de huevitos. Se rasca la cabeza y escucha a Candela rascarse la suya.  

 

Se levanta y camina hasta la cocina para hacerse un té. Abre la heladera y mete la mano para corroborar que la temperatura esté bien. Se va romper en estos días, está convencida. La heladera también se va a romper. Se rasca la cabeza, porque cada vez que piensa en piojos le pica.  
 

Jorge Fierro

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