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Amor y Apocalipsis

Mi cabeza sobre tu pecho mientras el mundo afuera colapsa.

De tu pecho me imagino que emana  un pezón y le doy un mordisco, es un pezón de mujer que ronda los treinta años. Recorro cada centímetro de tu piel con mi lengua, mientras te amo las piernas, largas y flacas; extenuadas. Pienso que podría hacer de esto un momento eterno. De mientras, desde el living se escucha un programa de televisión que ignoramos, y la música suena muy fuerte, suena tan fuerte que esta vez hizo que mis pensamientos se detengan, y ahora, sin pensarlo, vuelvo a recorrer tu piel con mi lengua, se hace cada vez más fuerte la sensación y la repetición de los actos no me cansa. Toco tu boca con los dedos de mi mano y succiono el labio inferior dejándolo seco. Llego a la conclusión de que el cuerpo es un lugar y me entretengo haciendo un juego de rol, esta vez vos sos mi psicoterapeuta, y aplicás un método infalible, el silencio. No hay preguntas, eso me calma. No hay consignas y eso me reconforta. No hay diván, y eso me genera sosiego. A veces recuerdo que soy esa mezcla de Eros y Tánatos, siempre en disputa. Es una guerrilla interna, en la que el placer, la vida y la muerte se fusionan, y no hay rivales. 

Ahora, tu cuerpo está desnudo y erguido frente al mío, son apenas las ocho de la mañana, pero el deber y las responsabilidades nos pegan un sacudón, entonces, aparecen allí afuera las pautas, y los métodos falibles y hay voces que murmuran cosas y mientras cruzo la avenida, mi mente sigue en tu pecho.

Candela

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