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RAID

I.

Las cucarachas no tardarán en venir. A lo largo de estos años han entrado murciélagos, gatos, ratas, una novia que se fue de un portazo gritando chupa 𝛑 y a los dos minutos volvió porque se había olvidado la STM. Los platos se acumulan, esparcen ese olor de loza sucia, de alimento que es basura en la pileta, esperando bajo el manto de la yerba vieja. Ya deben estar por venir las cucarachas. Ellas huelen las migas de polvorones sobre la mesa, los fideos partidos y huérfanos del suelo, las salpicaduras de tuco en las baldosas. Ya deben estar por venir. Las cucarachas son limosnas que alguien nos hace llegar, limusinas de la mugre, lágrimas sólidas que caminan entre el abandono, cucharas que recogen la miseria. Pero no estoy triste, escuchame. Solo falto del amor que me daba tu esponja, solo añorando el brillo de tu plumería. Las horas pasan, los despojos crecen, los pasitos se empiezan a oír.

 

 

II.

Alguien vino y limpió todo por la noche. Me desperté con los platos pelados y la calva reluciente. El corazón vacío como si no te hubiera dicho… Alguien vino por la noche hasta mis sábanas de cubiertos engrasados y dejó todo aromando a limones. Me desperté sin vos y sin el dolor de vos, con algo parecido a la amnesia o la felicidad. Entré al baño con los ojos todavía cerrados. Era como tener puños de un enano apretando las pestañas entre sí. Al dar un paso crujk y otrojk. El tercerjk. Sí, crujidos. Prendí la luz para que se me abrieran los ojos. El suelo estaba repleto de cucarachas. 

 

 

III.

-Llegaron, hijas de puta.

Dos cucarachas del tamaño de Gregorio Samsa tomaban mate en mi sofá, mientras veían televisión. Al escuchar mi insulto, una de ellas me miró de reojo. Sonido de mate.

-Nos quisiste ahuyentar con viento pero no te diste cuenta de que las cucarachas pasamos por debajo del viento.

-Somos más fuertes que el viento, papá- no sé por qué pensé en las brujas de Macbeth. En la televisión, había un programa en el que entrevistaban a acumuladores de basura. Apreté los labios y me salió una especie de chillido o silbido.

-Las cucarachas no somos perros- acotó la otra, presionando el control remoto.

-La cucaracha del perro es el humano - gritó su compañera, más castaña, y empezaron a reírse.

-¿Se puede saber qué quieren?

-Hacerte compañía.

-Nos sentimos invitadas. Tanta miga suelta, tanto grano de azúcar debajo de la cocina.

-Yo hablo, Gretel. Vinimos a hacerte compañía. ¿Para qué vivir si no es en compañía? ¿Pensás morirte solo?

-No me pienso morir.

-Te vas a morir. Es muy triste haber vivi…

-Se van de mi casa, fue un gusto. - Se pararon al unísono. Me llamó la atención lo curvado de sus espaldas, la habilidad que tenían dos de sus patas por sobre las demás, como si ese par fuera el de las verdaderas manos. Las demás extremidades se frotaban entre sí o movían eléctricamente; otras dos hacían las veces de piernas retaconas. Avanzaron hacia mí y tuve miedo de que me abrazaran.

-Se van.

-Qué mal llevado.

-Un idiota. Con razón nadie se le queda.

Di una pequeña corridita en el intento de abrirles pero, antes de que llegase, se habían achatado; huyendo como si fueran alfombras vivientes, por entre la puerta y el piso.

Camilo Baráibar

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