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Homenaje

Palabras que me gustan hay muchas, pero “criatura” me tomó por sorpresa, como si hubiese estado largo tiempo agazapada en un oscuro rincón de mi mente. Ya desde su comienzo, desde antes de pronunciar su primera vocal, ese “cr” remite a pasos garrosos, a ásperas patas insectiles remando en el carcomido suelo de madera. Ahora no puedo dejar de escucharlo: cr cr, cr cr cr cr, cr; cr cr. Por más que no quiera oírla, ahí está ¿pero dónde?

 

Las imagino apiladas de a docenas. Una sobre otra y otra más, en el resquicio entre la pared y la capa de yeso, respirando los hongos que no quiero ver.

 

Cr cr, cr…

 

“Cria”, “criar”, “cría”, “crío”. Criatura poli-morfa y oximorónica. Nunca voy a poder concebirla como a un bebé de rizos castaños y encías rosadas. Quiero pensar solo en la palabra y evocar únicamente la forma de sus letras, la resonancia de cada unidad carente de sentido que la compone. Cuanto más la pienso, menos puedo extirparla del significado, así que me dejo llevar por una inercia desquiciada. Caigo por el tobogán oscuro que lleva de la palabra a la cosa. Y esa cosa llamada criatura me espera al final y no dejo de caer y caigo en la imposibilidad de pensar en “tu”, en “ra”, en “cría” ¿cómo descomponerla? Ya todo se descompuso. Las palabras tienen esa forma agusanada. Lo parasitan todo.

 

Al final del día sigo escuchándola. Cada palabra suena de la misma manera: cr cr, cr cr, cr…

Pablo Olivera Pulp

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