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Este no es el Número 2 de Tuflo

“Las segundas partes son peores”, dice el refrán que se refiere a secuelas cinematográficas, aunque también aplica a otros terrenos del arte (además de que puede servir para advertir a quien se proponga retomar una relación amorosa fallida). Y la verdad que no podría estar más de acuerdo. Más allá de excepciones dignas, como El Padrino II, las grandes obras no tienen ─o no deberían tener─ una continuación. ¿Acaso Picasso pintó el Guernica 2, El Regreso, con un texto promocional que señala “más impactante que el primero”? ¿Gaudí dejó planos e instrucciones para que se construya una parte 2 de la Sagrada Familia? ¿Mary Shelley escribió Frankenstein 2? ¿Tendría sentido una secuela de Psicosis? Por desgracia esta última tuvo una espeluznante segunda parte que casi levanta de la tumba a Hitchcock. Pero más allá del afán mercantil que lleva a los productores a tomarse licencias aberrantes, ninguna obra debería tener secuelas.

Quizá esté usted pensando en las grandes sagas, como La Torre Oscura, El Señor de los Anillos o Harry Potter. Bien ¿quién es un servidor para juzgarlo? Pero recuerde que esas obras ya fueron concebidas de esa manera. Tal vez habría que equipararlas con temporadas de series televisivas. “¿Y la tragedia griega?” puede preguntar. No sé, diría que es algo así como la autoficción episódica en clave fantástica de una antigua civilización.

Como sea, cualquier cuestionamiento que pueda ocurrírsele a estos planteamientos, no tiene más que hacérnoslo llegar a eltuflo@gmail.com. En una de esas es leído por algún editor con menos vitalidad que un servidor a la hora de defender estas máximas. Pero vamos, que usted siguió leyendo estas líneas, por lo tanto, o es de quienes disfrutan de una secuela sin mayor pretensión que pasar el rato, o es una de esas personas tenaces que se miran la saga completa para confirmar sus prejuicios, es decir, que descuartizaron impunemente aquella primera parte que debió ser la única. En cualquier caso, lo que sí puedo asegurarle es que esta no es una mera continuación del primer número de Tuflo. Por el contrario, se trata de una expansión de su universo de escribientes, y como tal, una criatura que no para de mutar. Así que le sugiero que se monte de la misma manera en que llegó hasta acá ─sin culpas y sin miedos─, se agarre de los pelos de su pantufla  y recorra los paisajes de las siguientes páginas.

Pablo Olivera Pulp

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