top of page
Mtorija1.jpg

A cielo abierto

Hace mucho que estoy aquí. Nunca había estado en tan buena compañía como en estos últimos dos años. 

Recuerdo que fue una mañana en que lo vi llegar y nos conocimos. Él venía de paso. Me miró y supo que tenía que quedarse un tiempo más a mi lado.

Eran los comienzos del otoño. Las visitas eran tímidas, cortas pero continuas. La noche era una cita fija. A la mañana él igualmente no dudaba, juntaba sus cosas y se marchaba. Yo tenía la tranquilidad de que luego regresaba.

Las vistas cada día se tornaban más largas y el calendario avanzaba.

Al llegar el invierno él no dudaba en acurrucarse en mi falda y podíamos pasar juntos por horas.

El frío nos cambió los hábitos, descansamos más durante el día. El fuego comenzó a entibiar mi cuerpo mientras que cocinaba. Había días en los que compartíamos con otras personas, siempre bajo mi regazo. La compañía que me brindó durante estos años no la olvidaré más.

Recuerdo aquel día cuando vinieron los oficiales y le pidieron con cortesía pero con ímpetu:

 

─Señor, usted no puede vivir aquí.

 

Él les dijo:

─No tengo donde ir.

 

Ellos igualmente se mantuvieron firmes y nunca más volvió.

Hoy sigo como siempre en el mismo lugar. Muchas personas pasan junto a mí, muchos autos me rodean y un gran estadio histórico se encuentra cerca de mí.

Pero aquélla compañía fue el mejor regalo de mi vida. 

Cuento basado en la historia de un hombre que durante 2 años vivió bajo el ombú de Ramón Anador.

Martín Torija

bottom of page