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HOMENAJE

Tiene una sonoridad blanda, flácida, maleable, que refiere también al estado en el que está uno cuando las usa un domingo frío y lluvioso, o cuando está en su casa y decide que el día productivo terminó, calzándose esas cosas peludas para dejarse abducir por el sillón. No me van a negar que uno de los placeres más lindos de esta vida es ponerse las pantuflas y mirar la tele hasta desfallecer.

No es una palabra que sobresalga por sus conceptos o definiciones profundas, ni muy utilizada por la academia, pero su sonoridad hace que sea imposible de olvidar. Para ser más gráfico, si a una persona le digo 10 palabras al azar entre las que se encuentra pantufla y le pido que me repita las que recuerda, el 87 % va a decir primero pantufla y el 100 % siempre la nombrará entre las que recuerda. Y si no me creen, hagan el experimento; solo aclaro que si incluyen cucurucho o cocodrilo en la lista de palabras, puede ser que cambie el porcentaje de personas que la digan primero.

También cumple con una condición de insulto cariñoso cuando un abuelo, abuela, tío, tía o ser querido me decía de niño: “No seas pantufla”, que era la forma dulce y simpática de decirme “no seas gil” y “te quiero” al mismo tiempo.

Pero no me gustaría terminar este homenaje a una palabra que con poco da mucho sin realizar la queja correspondiente sobre el abuso que se hace en el mundo del circo —y específicamente del clown— al atribuirse indiscriminadamente el nombre Pantufla, agotando y saturando el mercado, como pasó en los 90 con las canchas de pádel y en los 2000 con los cibercafés. No entiendo por qué se dejó de usar Semillita, Pildorita y otro montón de clásicos que combinan perfectamente con el género y no confunden al espectador. Una vez vi un show impresionante de un payaso Pantufla, pero nunca más lo pude volver a ver porque cada vez que lo intentaba era otro Pantufla, y otro, hasta que desistí en mi búsqueda.

Solo me queda decir que, después de agasajar en este acto a semejante palabra, he decidido que cuando tenga un caballo voy a llamarlo el Pantufla, descartando el Arveja, el Membrillo, el Cabeza y el Jugolín, que eran los otros candidatos.

Igual antes voy a tener que mudarme al campo.

Gerardo Martínez

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