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ARDE PANDO

La noche es una patada en el riñón. La patada de un pogo salvaje, un pogo violento y primitivo, un pogo inconducente que se anuda dentro mío (desde siempre). Y este pensamiento, el hielo apuñalado por el picahielo de esta noche helada.

Me lo dijo Fantoma, nuestro amigo, el Fantoma, mejor dicho, aquel que alguna vez fue nuestro amigo. Y ese "alguna vez” fue ayer. Pero no sé, todavía no caigo, aunque debería decir que no termino de caer. Como que en las últimas horas el tiempo cambió, lo cual equivaldría a decir que todo ha cambiado ─desde donde estés, imagino que sabés perfectamente de lo que te hablo (porque yo no)─. El Fantoma, que tantas veces cargó con nosotros aquel equipo de bajo, un monstruo insoportablemente pesado, al que no podíamos llamar de otra manera que el Tomuer, una y otra vez, por el pasillo infame que lleva de la casa del Hueso a la vereda, donde esperaba el flete; como decíamos: “de la puerta a la vereda con el Tomuer a cuestas”. Si habremos hecho esa procesión. Su imagen se asoma tan lejana, por más que la última vez fue antes de ayer ─¿eh, Gabi?─, antes del choque, antes de que atravesaras el parabrisas, como un punzón, desintegrando el cristal en átomos cortantes, para rubricar el final de tu libro, para ser la pluma estilográfica que cae sobre el pavimento de la madrugada, para punzar sobre la escarcha de este pueblo al que llamamos ciudad, y esta ciudad a la que llaman Pando, y con los restos de tus sesos poner garabatos en el asfalto, trazos que de tanto que se parecen a la palabra “fin”, me hacen desconfiar de las astillas que vi en el suelo empañado, y su rugosidad iluminada ocasionalmente por las luces rojas de la ambulancia, que giraban como faros, para llorarte durante un lustro, una década, por más que apenas haya pasado un día.

 

Se dice de vos. Dicen que eras puro vino y bolas. Y que Fantoma te dejó ir así. Y que tu destino estaba dentro de aquel Fusquita, o mejor dicho, al otro lado del parabrisas estallado, al que ya no se le puede llamar parabrisas, porque al no parar cuerpos, quedó inservible como parabrisas. Pero resulta, por si no lo sabés, que durante tu entierro, Fantoma ─que capaz que también era puro vino y bolas, no tengo cómo saberlo, y de pronto por eso te dio las llaves del Fuska─ era palidez y ojeras, como las lápidas de las tumbas que nos rodeaban. Primero me dijo que éramos nosotros los que tendríamos que llevar tu cajón. Claro. Después de tanto cargar el Tomuer iba a ser fácil encarnar la procesión. Y ahí fue que me enjugué los ojos y puse atención. Y me pareció que tus parientes no daban más. Que en cualquier momento iban a dejar caer tu féretro. Y que se iba a abrir para que pudiéramos verte. Pero no. Pensar que siempre dije NO a estas liturgias. Pero si te hubieras visto, Gabi, avanzar a flote entre todas esas tumbas que te daban la bienvenida al mundo de los muertos. Fue triste y hermoso, como una canción de Joy Division. Y me dije, o te lo digo ahora: si ese es el mundo de los muertos ¿qué carajo es esta mierda a lo que llamamos vida?

Esto, según mi reloj, pasó la tarde de ayer, por más que empiezo a sentir que fue una noche de hace 35 años, en los albores de esta noche que es una patada en el riñón de un pogo cansado, de Fuskas chocando y de vidrios que estallan y de un alma abandonando un cuerpo (imagen trillada e inevitable, como un “te quiero”), yendo a quién sabe dónde, dejándonos sin Estómagos, orfanando la manada, Gabi, sin llegar a saber cómo iba a ser la presentación del tercer disco y de los que vinieran después, por más que quien nos mirara desde afuera habría visto condenados en el corredor de la muerte.

Fantoma siguió susurrando en mi oreja, haciéndome llegar un hálito de tinto lija, mientras estabas suspendido dentro del féretro, rumbo a la sepultura. Habló de una visión que tuvo en sueños. Me aseguró que, por más que yo no lo pueda creer, hay, mejor dicho, habrá, por más que él usó la palabra “hubo”, sí, hubo otro día con su noche después de esta noche. Que por más que cueste imaginarlo, lo hay (lo hubo). Y ahí se deshizo en palabras, como el loco más profético, contándome de drogas hechas con basura, de humo con olor a plástico quemado, de que el nuevo milenio finalmente llegó y pasó sin pena ni gloria; que el 2.000 trajo festivales de rock multitudinarios, con bandas uruguayas vendiendo decenas de miles de discos, con madres y padres decentes que van a canturrear tus canciones, Gabi, mientras las escuchan en las radios. Pero no tus canciones de ahora, sino las del futuro. Una legión de adolescentes va a pintar banderas y te va a seguir a todas partes, cantando “cada vez te quiero más”. También me habló de amplificadores chinos en cada hogar. De una legión de músicos dotados de técnica y carentes de espíritu. Y de bandas consagradas que están en cualquiera. Y pareciera que no le van a tirar ni un chasquibum al presidente, el bisnieto de Luis Alberto de Herrera. Ni una canción incendiaria. Y lo peor es que ahí vas a estar vos, y tampoco. Me pregunto dónde voy a estar y por qué razón vas a vivir (en el fondo es lo que más quisiera en este momento, que los desvaríos del Fantoma sean verdad. ¿Acaso tu muerte fue algo que se le ocurrió a un escribiente aburrido, y esto, a lo que llamo realidad, no es otra cosa que palabras escritas por alguien más?).

Siguió contándome de alegrías infames. Optimismos vomitivos que pavimentaron los pantanos mortales de la tristeza. Pacatas, aburridas y complacientes crónicas de rock para vos, que vas a estar en la cresta de esa ola. Pero me cuesta pensar que vaya a haber otra cosa que no sea esta patada en el riñón. ¿Soy la conjetura de un chiflado que está cambiando el curso de esta historia; y que me dice que vos no moriste una noche helada de 1987?

Es como si pudiera verlo, en la pieza de un hospicio, escribiendo estos delirios del Gabi estrella de rock para negar que él tuvo la culpa por haberte metido en ese estado al Fusquita, candidateándote a leyenda de culto, una supernova de tres discos y PUM, sesos desperdigados por el asfalto.

Pando va a arder en los diarios, si es que llega un nuevo día con su noche. El titular de tapa: EXHUMARON E INCINERARON EL CADÁVER DEL CANTANTE DE LA BANDA DE ROCK LOS ESTÓMAGOS. Y yo pienso ayudar a Fantoma, porque como me dijo cuando nos despedimos en la puerta del cementerio: hay que asegurarse de que los Buitres no vengan a comer de vos.

 

Marcelo Laso

29 de junio de 1987

Pablo Olivera Pulp

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